miércoles, 19 de mayo de 2010

El koala de mi armario.


Un koala vive en mi armario. Sé que suena extraño pero una noche, a las cinco de la mañana, un ruido me despertó. Cuando abrí los ojos no di crédito a lo que veía: un koala se dirigía haciendo eses hacia mi armario. Lo abrió, se acurrucó entre la ropa plegada y cerró la puerta. En un principio pensé que soñaba pero, tras levantarme a comprobarlo, me di cuenta de que tenía al animal viviendo en el armario desde vete a saber cuándo. Como dormía plácidamente, me dio pena despertarlo. Así que cerré la puerta y me acosté pensando en qué le diría al día siguiente. Pero cuando amaneció no se me ocurrió qué decirle (¿qué se le dice a un koala que vive en tu armario?) y así fueron pasando los días. Poco a poco le fui haciendo espacio para que estuviera más cómodo. Nunca le dije nada. Incluso alguna noche, cuando tardaba en llegar, me preocupaba y no apagaba la luz hasta que lo veía aparecer mientras me hacía el dormido. Si llegaba muy borracho hasta le ayudaba a subir con la seguridad de que al día siguiente no se acordaría. Él sabe que yo sé que existe, pero hemos llegado al trato no oral (ni escrito) de ignorarnos. Escribo esto en un papel mientras como en la mesa. Él está sentado enfrente de mí, masticando hojas, justo delante de la tele. Yo hago como que no le veo.

Cutillas, Ginés S., Un koala en el armario, Cuadernos del vigía, Granada, 2010.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cuando hace frío...

Cuando hace frío en el tiempo del frío para mí es como si hiciera buen tiempo,
porque para mi ser adecuado a la existencia de las cosas
lo natural es lo agradable sólo porque es natural.
Acepto las dificultades de la vida porque son el destino,
lo mismo que acepto el frío excesivo en pleno invierno:
tranquilamente, sin quejarme, como quien meramente acepta,
y se alegra por el hecho de aceptar:
por el hecho sublimemente científico y difícil de aceptar lo natural e inevitable.

¿Qué son para mí las enfermedades que sufro y el mal que me sucede
sino el invierno de mi persona y de mi vida?
El invierno irregular, cuyas leyes de aparición desconozco,
pero que existe para mí en virtud de la misma fatalidad sublime,
de la misma inevitable exterioridad a mí
que el calor de la Tierra en pleno Verano
y el frío de la Tierra en el más crudo Invierno.

Acepto por carácter.
He nacido sujeto como los demás a errores y defectos,
pero nunca al error de querer comprender demasiado,
nunca al error de querer comprender sólo con la inteligencia,
nuna al defecto de exigir del Mundo
que fuese algo que no fuese el Mundo.


[Pessoa, F. Antología Poética. El poeta es un fingidor, Espasa Calpe, Madrid, 2007. Edición y Traducción de Ángel Crespo].