He probado a correr como los patos
y como ellos
logré surcar el cielo.
Pero a nadie dije la palabra sueño.
Las señoras más bellas se rindieron
a mi torpeza de flores
hermosamente marchitas.
Y me supe querido
sin que nadie dijera la palabra amor.
Derroté a los malvados
y un mundo azul y grácil bailó sobre mis manos
cuando ordené la paz.
Pero no se ensuciaron mis labios
con la palabra fusil.
Y advertí a todo aquel que quiso verlo
del limo y la pobreza,
del otoño infinito de la máquin,
sin que me oyeran nunca pronunciar
la palabra fatal: revolución.
Inclinaos, poetas, a mi paso:
Soy el hijo del silencio.
De libro Los Labios Celestes de Alejandro Pedregosa.
Pepo leyó ayer en Poesía para Peatones (Pub Peatón).
1 comentario:
No pude ir ayer. Estaba reventado (como hoy, como mañana...).
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