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Jesús Ortega es un tipo observador. Jesús Ortega sabe quien es el otro con solo mirarlo. Jesús Ortega entiende el sentido de una mirada, de una sonrisa, de un gesto. Jesús Ortega es tan serio que disfruta del sentido del humor constantemente.
Jesús
Ortega está siempre al tanto de las últimas tendencias narrativas y
literarias. Jesús Ortega conoce la tradición literaria como si
llevase leyendo siglos. Jesús Ortega podría ser poeta. Jesús
Ortega podría ser ensayista y crítico. Jesús Ortega a veces es
poeta (aunque no escriba poesía), es ensayista y es crítico. Jesús
Ortega siempre es cuentista, siempre es narrador. Jesús Ortega sabe
qué es el cuento.
Jesús
Ortega es intenso, emotivo, cruel, piadoso. Jesús Ortega escribe
mientras vive. Jesús Ortega hace que su ficción se cuele entre las
rendijas de la vida. Jesús Ortega cuelga la vida en toda narración.
Calle
Aristóteles es más y menos que Jesús Ortega. Es literatura
fuera del autor, es literatura inexorablemente unida a su autor. Es
un estilo cuidado, que se queda debajo, que levanta dramas,
tragedias, sentimientos; un estilo preciso y discreto, justo, exacto,
admirable. Calle Aristóteles reivindica la narrativa real. La
narrada. La historia, el cuento, la vida, lo imposible, lo
alcanzable. Calle Aristóteles es duro, cortante, mordaz. Es
indulgente, amable, benévolo.
Calle
Aristóteles transporta a Jesús Ortega de nuevo a la vida
literaria para dejarlo ahí.
Y como
muestra una piedra de la Calle:
De todas
formas, es imposible que mi padre deje de parecer un mendigo allá
donde vaya, en las tiendas, en el médico, en la parada del autobús.
Habría que cambiarlo por entero y convertirlo en otra persona, no
servirían afeites parciales ni soluciones de emergencia. Solo había
que mirar el aspecto del salchichón y los plátanos que había
echado como comida en la bolsa de mano. Volví a sentirme culpable de
no haber dedicado al viaje de mi padre más de una hora y media.
“Una hora
y media”
Tenía
todo el día para pensar en la desdichada historia de su familia,
pero era en el autobús, en esos minutos iniciales de la mañana,
rodeada de gente que iba a trabajar, cuando los recuerdos la
acorralaban y la angustia se hacía insoportable. Había cambiado el
tiempo de pronto y ya era otoño. Vio paraguas desplegarse en las
calles.
“Último
samurái envolvente”
[Nota 1 sobre Calle Aristóteles, de Jesús Ortega (Cuadernos del Vigía, 2011)]
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