miércoles, 12 de diciembre de 2007

Las zapatillas verdes


Nunca, nunca, nunca, nunca… nunca se sabrá si mi vida podría haber sido otra. Lo que está claro es que esta mañana al levantarme, todo estaba yendo igual que los últimos meses. Empiezo a pensar que la culpa la tengo yo. Pero que no tenga trabajo no quiere decir que no sirva para hacer nada, ni siquiera lo dice el hecho de que me hayan echado de los últimos once trabajos.
Once trabajos, ¿y qué? Tampoco son tantos, aunque es complicado que alguien me iguale en tres meses. En eso tengo el récord. Y en muchas otras cosas. A poca gente conozco que siendo un apasionado de la historia egipcia, se decantara por hacerse barrendero en su barrio para aprovechar su talento. Era el barrendero que más sabía del gran Imperio eso sí, aunque no se me reconocía mucho. Aún así no lo llevaba mal, todo lo contrario, contaba historias divertidas o de miedo a los niños del parque. Egipto da para mucho y a mí me servía ese trabajo para retraerme a aquella civilización poderosa de grandes vencedores. Pero me echaron. Una madre, furiosa porque su hijo llegaba tarde a casa todos los días, me denunció por no sé bien qué problema de oposiciones que yo no tenía. Ese fue el primer trabajo que perdí.
Creo que hubo un punto de inflexión justo cuando Egipto se cruzó en mi vida por primera vez con el busto de Nerfertiti. Vaya chasco de escultura policromada, parece pintada por una de mis vecinas y preparada para la Feria del Valle, con esas sombras azules, ese lápiz de labios rojo intenso, ese peinado a punto para colgar las flores y la peineta, solo le falta el vestido de gitana, aunque claro teniendo en cuenta que solo es un busto, sería complicado.
Como estoy en paro discontinuo desde hace tres meses ya, me he cansado de buscar trabajo, ya llegará, caerá del cielo (no me importaría limpiar ventanas). Así que por las mañana cuando me levanto, me visto y salgo a pasear. En realidad, eso lo hice una vez aunque me empeñe en decir que es mi rutina, lo sería si los demás días no pasase siempre algo. Esta mañana me calzaba mis zapatillas verdes de caminar (que también son las verdes de ir al cine, las verdes de salir a cenar y las verdes de quedarme en casa) cuando sonó el teléfono. Oí a mi madre responder, crucé los dedos para que no fuese para mí pero he llegado a la conclusión de que Dios piensa que esa señal es distinta cuando yo la hago.
Cogí el teléfono y era Laura. Laura después de tres largos meses. Después de llevarse su busto de la Nefertiti folclórica lejos de mí. Me preguntó por mi vida y le dije que me iba estupendo, claro, que salía todos los días a pasear, que tenía unas zapatillas verdes…, llevaba tanto tiempo alejado del mundo que se me estaba olvidando qué clase de cosas hay que contar. Temí su turno. Laura me pidió que la acompañase a tomar un café. En la vida del fracasado los planes raramente salen bien. Otro día más sin salir a pasear. Subí a mi cuarto con la intención de vestirme para la ocasión, y me dejé puestas las zapatillas verdes de tomar café.
Iba contento. Tan contento como el cerdo que no sabe que va al matadero. Pero no era culpa mía, porque un nuevo fracasado va siempre con la ilusión de dejar de serlo. Llegué al café y creía que mi mente me engañaba, Nefertiti me recibió en la puerta y junto a ella un busto de Laura. Me froté los ojos con fuerza y cuando los volví a abrir se habían cambiado las tornas, no recordaba lo que se parecían Laura y esa maldita escultura, creo que por eso me enamoré de Nefertiti, y ese amor me costó la relación con Laura. Me senté con recelo mirando a las dos mujeres que me miraban desde el otro lado de la mesa. Tres tilas después fui capaz de dejar que Laura hablase: iba a casarse con Alejandro, un chico con el que llevaba saliendo desde antes de nuestra ruptura.
Bien, acababa de pasar de ser un perfecto fracasado y cobarde a ser, además, un cornudo ingenuo. Continuó una conversación políticamente correcta de casi diez minutos que ya significa un mérito. Me fui, mirando de reojo el busto sobre la mesa. Salí del local y no llovía. Me hubiese gustado que lloviese, porque a las una de la mañana de un 25 de agosto, el brillito reluciente del sol sobre la cara quema con alevosía y mala leche. Me fui con mis zapatillas verdes de andar frustrado, con mis pantalones cortos del mismo color pero distinto tono, claro, para matar el verde de las zapatillas, y mi camiseta negra de saber elegir bien la ropa el día de más calor del año.
Llegué al centro de la ciudad y me encontré unos puestecillos de macanas. Caminé entre el gentío con mis pensamientos combatiendo por hacerse con el protagonismo del día y dejándome llevar llegué a casa. Es triste. El día que vayas a donde te lleve el viento, y llegues a casa de tu madre, algo está fallando.
El resto de la tarde me lo he pasado pensando en Nefertiti, me miraba de forma especial esta mañana, como cuando la conocí. Me he quedado dormido en el sofá después de comer y como cada día desde que se fueron de mi vida, mi madre me ha sermoneado por la vida de vago y fracasado que llevo. Llevará razón cuando lo dice, yo ya no voy a discutirlo.




(Versión corregida ya gracias a mis compis, lo que he podido. Lo publico porque si salen tantas risas como salieron cuando lo leí ayer cumplirá la función de entretenimiento...)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

El día que vayas a donde te lleve el viento, y llegues a casa de tu madre, algo está fallando. ESTA FRASE PASARÁ A LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD!!!
El final ha quedado mucho mejor asi.
Enhorabuena, sigue asi!
A ver si le digo luego a Giu que se lea este relato.
Besos

Carmen dijo...

jajaja Gracias Cris. Dile a Giu que es un tipo de Lucena...
Por cierto, no dije ayer que la Feria del Valle es la feria principal de mi pueblo. Es en septiembre, entre el 6 y el 11 variando según el año. Las nenas se visten de gitana, aunque se perdió un poco la tradición, ahora se está retomando.
Besitos!

Anónimo dijo...

Hola Carmen,
soy Amalia de Valladolid, no me conoces, al menos que sepa, soy amiga de Cris Monteoliva, me ha pasado tu link para leer tus relatos, me encanta el estilo que tiene este, le frase que comenta Cris es buenísima y tiene mucha razón!
Me encanta los usos que le das a las zapatillas, jaja, las mismas para todo! Muy bueno.
Aunque igual de estupenda es la frase: "crucé los dedos para que no fuese para mí pero he llegado a la conclusión de que Dios piensa que esa señal es distinta cuando yo la hago"
Bueno wapa, voy a agregar a mis favoritos tu blog y así me verás más por aquí.
Ciao

Anónimo dijo...

El dia menos pensado la niña nos escribe una novela y nos lleva a Madrisss a recoger el pedazo de premio. Ja,ja,ja!!!

A ver si por fin luego Giuseppe se lo puede leer, últimamente vamos que no paramos, que estrés de vida...

Carmen dijo...

Gracias Amalia! A veces a mí me da la sensación de que Dios, si existe, es un bromista de cuidado... Espero verte por aquí mucho! Y espero que te gusten estas cosillas...Muchas gracias!
Gracias también a ti Cris, por recomendarme jaja sé que lo haces desde el amooor! La novela te la dejo a ti que yo con tanto escribir me aburro, soy más de lo cortito... Pero lo de recoger premios, lo gane quien lo gane, vamos todos!

Besis! Y relajaos nenes...! jaja

Anónimo dijo...

Yo sigo empeñada en hacer una novela. Pero esta vez quiero que me quede perfecta, y no me atrevo todavia a empezarla. Estoy liada con todos esos libros que dan buenos consejos para escribir.

Tú sigue con los relatos, y a ver si pronto participas en algo, ganas y nos vamos de fiesta!!

Valeria Tittarelli dijo...

Hola Carmen, me ha gustado mucho. La frase final es estupenda, de verdad. Un abrazo y sigue así. Valeria

Carmen dijo...

Muchas gracias Valeria! Me hace mucha ilusión que venga de ti...
Besis