miércoles, 6 de febrero de 2008

Y, sobre todo, mi voluntad desea

"No la has de ver en todos los días de tu vida".



Si alguien quería saber porqué Don Quijote es considerado el mayor héroe literario, yo diré que acabo de entenderlo. Probablemente todo lo que diga ahora no sea más que la consecuencia lógica de haber estudiado el libro a conciencia y a contrarreloj, haciendo que todo gire alrededor de este personaje bastantes horas al día en la última semana.
En principio, claro, se dice que El Quijote da una lección de libertad a los lectores que lo leen en esa sociedad de principios del siglo XVII, justo en un momento de transición decisivo entre el Organicismo (feudalismo) y el Animismo (capitalismo). Pero, yo me atrevería a extrapolar esta historia y decir, incluso, que la lección de libertad nos la está dando todavía porque ¿quién puede decir hoy que la vida que lleva es consecuencia directa de la que ha elegido, por principios y por convinción, a pesar de estar en total disonía con el resto de la sociedad? Habrá quien pueda, no lo niego, pero es difícil afirmarlo con rotundidad.
Además de esta "elección de la propia vida", el hidalgo convertido en caballero nos demuestra cómo se hace frente al miedo. El miedo es protagonista total de esta obra. Hay miedo real, miedo a tener miedo (es un caballero) e incluso miedo del propio Cervantes por lo que está escribiendo. Sin embargo, Don Quijote es capaz de ir superando cada situación que se le presenta. Es justo señalar que no en una, sino en dos, deja solo y en peligro a Sancho porque es incapaz de dominar su miedo y huye, pero estas situaciones son risibles, nada comparables al enfrentamiento con su propia conciencia, sobre todo, al final del libro.
Y es aquí a donde quería llegar. Al final, a esa agonía de la triple muerte. Muerte como caballero cuando es vencido en las playas de Barcelona, muerte real del hidalgo que no soporta la melancolía que se ha instalado en su alma y la muerte como personaje ficticio, cuando acaba la obra con la imagen de la pluma colgada en la pared.


Dulcinea. Ése es el dolor. Ésa es la historia. Dulcinea va a convertirse para Don Quijote en la única forma de abrazarse a ese "yo soy" caballero. Él confía en su existencia en el Segundo Quijote porque se confirma que está escrito (los personajes han leído la Primera parte) y la escritura nunca es mentira, así que con la aparición del falso Quijote y las derrotas que se está llevando, la única forma de saberse cierto es que Dulcinea, que también está escrita, sea real. Y Dulcinea planea de forma fantasmagórica durante toda esta segunda mitad, así que Don Quijote se enamora de ella realmente. No solo la ama porque sea su dama, necesaria para ser caballero; Don Quijote ha pensado en ella ya de forma real, con deseos corporales, con el deseo real de encontrarse con ella.
¿Qué puede ocurrirle al enterarse de que no existe y nunca existió? ¿Qué podría pasar cuando comprendiese que los encantamientos de los que habla Sancho, no son más que otra acumulación de invenciones para mantener vivo al caballero andante?:
Lo que nos ocurriría a cualquiera. La muerte le sobrevino. Muere de melancolía. Y se trata de la pesadumbre de "verse vencido y no ver cumplido su deseo en la libertad y desencanto de Dulcinea".


Lo dejo aquí, se podría hablar de más cosas, por supuesto, pero ¿qué podría superar a esta imagen de dejarse morir de tristeza?


Vale
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que hayas bordado el examen!

Carmen dijo...

Ha salido perfecto yo creo... Ahora lo importante para mí es haber entendido El Quijote... Me doy por satisfecha.

Anónimo dijo...

Me encanta ese 'vale' final.

Carmen dijo...

(No es mío, plagio a Cervantes...)