viernes, 23 de diciembre de 2011

La verdad de las mentiras

“Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos”, escribió Valle Inclán. Se refería sin duda a cómo son las cosas en la literatura, irrealiad a la que el poder de persuasión del buen escritor, y la credulidad del buen lector confieren una precaria realidad. 
Para casi todos los escritores, la memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción. Recuerdos e invenciones se mezclan en la literatura de creación de manera a menudo inextricale para el propio autor, quien aunque pretenda lo contrario, sabe que la recuperación del tiempo perdido que puede llevar a cabo la literatura es siempre un simulacro, una ficción en la que lo recordado se disuelve en lo soñado y viceversa. 
Por eso la literatura es el reino por excelencia de la ambigüedad. Sus verdades son siempre subjetivas, verdades a medias, relativas, verdades literarias que con frecuencia constituyen inexactitudes flagrantes o mentiras históricas. Aunque la cinematográfica batalla de Waterloo que aparece en Los miserables nos exalta, sabemos que esa fue una continda que libró y ganó Victor Hugo, y no la que perdió Napoleón. O, para citar un clásico valenciano medieval, la conquista de Inglaterra por los árabes que describe el Tirant le Blanc es totalmente convincente y nadie se atrevería a negarle verosimilitud con el mezquino argumento de que en la historia real jamás un ejército árabe atravesó el Canal de la Mancha.

Mario Vargas Llosa

No hay comentarios: