viernes, 2 de diciembre de 2011

Laudatio: Calle Aristóteles, Jesús Ortega

Imagen de: Imagina Fotolog


Jesús Ortega es un tipo observador. Jesús Ortega sabe quien es el otro con solo mirarlo. Jesús Ortega entiende el sentido de una mirada, de una sonrisa, de un gesto. Jesús Ortega es tan serio que disfruta del sentido del humor constantemente.
Jesús Ortega está siempre al tanto de las últimas tendencias narrativas y literarias. Jesús Ortega conoce la tradición literaria como si llevase leyendo siglos. Jesús Ortega podría ser poeta. Jesús Ortega podría ser ensayista y crítico. Jesús Ortega a veces es poeta (aunque no escriba poesía), es ensayista y es crítico. Jesús Ortega siempre es cuentista, siempre es narrador. Jesús Ortega sabe qué es el cuento.
Jesús Ortega es intenso, emotivo, cruel, piadoso. Jesús Ortega escribe mientras vive. Jesús Ortega hace que su ficción se cuele entre las rendijas de la vida. Jesús Ortega cuelga la vida en toda narración.

Calle Aristóteles es más y menos que Jesús Ortega. Es literatura fuera del autor, es literatura inexorablemente unida a su autor. Es un estilo cuidado, que se queda debajo, que levanta dramas, tragedias, sentimientos; un estilo preciso y discreto, justo, exacto, admirable. Calle Aristóteles reivindica la narrativa real. La narrada. La historia, el cuento, la vida, lo imposible, lo alcanzable. Calle Aristóteles es duro, cortante, mordaz. Es indulgente, amable, benévolo.

Calle Aristóteles transporta a Jesús Ortega de nuevo a la vida literaria para dejarlo ahí.

Y como muestra una piedra de la Calle:

De todas formas, es imposible que mi padre deje de parecer un mendigo allá donde vaya, en las tiendas, en el médico, en la parada del autobús. Habría que cambiarlo por entero y convertirlo en otra persona, no servirían afeites parciales ni soluciones de emergencia. Solo había que mirar el aspecto del salchichón y los plátanos que había echado como comida en la bolsa de mano. Volví a sentirme culpable de no haber dedicado al viaje de mi padre más de una hora y media.
Una hora y media”

Tenía todo el día para pensar en la desdichada historia de su familia, pero era en el autobús, en esos minutos iniciales de la mañana, rodeada de gente que iba a trabajar, cuando los recuerdos la acorralaban y la angustia se hacía insoportable. Había cambiado el tiempo de pronto y ya era otoño. Vio paraguas desplegarse en las calles.
Último samurái envolvente”

[Nota 1 sobre Calle Aristóteles, de Jesús Ortega (Cuadernos del Vigía, 2011)]

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