miércoles, 2 de abril de 2008

El fantasma de abril

Ahora, abril. ¿Y qué? Pues que mil cosas que escribir este mes, mejor imposible con tanta sugestión alrededor. Para empezar, un microrrelato:




Cuento de horror


La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.




Juan José Arreola, La otra mirada, Antología del microrrelato hispánico.

Edición de David Lagmanovich. Ed. Menoscuarto.


(Vale, sí, me ha dado por el micro muy micro. Pero me parece de tal perfección llegar a hacer esto... Saber exactamente qué es necesario decir y qué sobra. Yo necesito, obviamente, más palabras para decir).


Si yo fuese fantasma ya tendría elegido, no el lugar, pero si el modo de las apariciones. Porque hay momentos que solo se atrapan desde la intangibilidad de un fantasma...


8 comentarios:

Alguien que quiere vivir sin reloj dijo...

Me encanta, primi... lo que más eso que atrapas desde la intangibilidad de un fantasma.
Un abrazo a lo alemán... bueno, mejor no, pues en ese caso es posible que te quedes sin abrazo -por los sosainas que son.
Un abrazo a lo primi!

Anónimo dijo...

Yo me quedo con las caras de Bélmez, son tan risueñas ellas...
Me alegro de que por fin hayas puesto algo en tu blog!
besicos

Anónimo dijo...

Ni una sola palabra de más...
Por fin has publicado unas palabritas, so floja!
Valeria sin anonimato

Carmen dijo...

Graciassss a todaaas! Ya he actualizado sí! Si es que a veces me quedo sin ideas... o prefiero reposarlas.
La intangibilidad... mmm

Por cierto, Ginés puso ese mismo micro en su blog el 8 de agosto! Ha sido casualidad... ahí lo dejo, por si os pasais, que además hay un comentario de "Muchacha" muy interesante: http://nakednoise.net/blog/?p=341

Besiiicos!

Anónimo dijo...

Saludos, Carmen. Como cuentista (y no es agravio), mi lucha, tanto en el cuento de largo aliento como en el micro es siempre encontrar el puñado justo de palabras. Pero, ojo, no hay que engañarse, la regla de medir cuentos no es el logaritmo, sino la escala de Richter (con o sin destrozos).
Te regalo uno de mi último libro (mi vanidad no conoce sonrojos); es, quizá, del que más satisfecho estoy, porque aunque la idea surgió espontánea, tardé un mes en darle la forma perfecta:

INVASIÓN
"El parque ha sido tomado por los luchadores de sumo. Cuando chocan, sus barrigas suenan a queja, a lamento de niño o anciano. Los adultos, desde lejos, jaleamos sus combates".

Un abrazo.

Carmen dijo...

Guau Miguel Ángel... gracias por la joya! Me tomo tu opinión como un consejo de un veterano en estas lindes.
En realidad, estoy pensando ahora que encontrar las palabras justas sirve para todo, también una novela tiene que saber qué decir y qué no, no?

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo. Los supuestos capítulos de transición de muchas novelas (un amigo novelista de prestigio me aseguró que, en ocasiones, uno abusa de ellos cuando no cree ya en lo que escribe) son algo intolerable a nivel creativo. De acuerdo con que es imposible la perfección de relojería del cuento o el microcuento a lo largo de trescientas páginas, pero mantener la tensión narrativa mediante cambios en la estructura, el punto de vista, la voz, etc, es labor de los buenos novelistas; no es admisible, a estas alturas, que haya novelas con un alto porcentaje de páginas prescindibles por desidia o incompetencia. Ejemplos de tochos absolutamente redondos, relojes de catedrales ciclópeas: "La montaña mágica" (más de mil páginas de genialidad híbrida entre la filosofía especulativa, la novela psicológica y el drama decimonónico, sin decaer ni un segundo) y "El tambor de hojalata" (experimentación máxima en 600 paginones de letra mínima, sin necesidad de intercalar absurdas citas de Bob Dylan, listas de la compra hipermodernas o monólogos interiores que Joyce, Szvevo o Woolf ya bordaron hace casi un siglo). ¡Si se hace, que se haga bien, carajo! (también en lo otro)
Perdón por la parrafada, ¡pero es que cuando me embalooo...!
Un abrazo.

Caos dijo...

Buscando una imagen para un microrelato, vi la tuya, y cual curioso es todo k justo es el mismo relato, aun asi te copio la idea, con animo de robo.