miércoles, 19 de enero de 2011

Siempre es ficción


"Somos ficción y realidad al mismo tiempo," ha dicho Sergio Pàmies en la Vanguardia unos meses atrás. Y no decía nada nuevo.
A Pessoa lo relacionamos siempre con esa idea del poeta como fingidor. Y no sólo el poeta luso se obsesionó con la idea de intercambio entre un mundo y el otro.
Ayer un buen amigo y pensador decía que no se trata de confusión entre la realidad y la ficción sino de "usar los términos de uno para abordar el otro" (M. A. Arcas).
El poeta, el escritor en general, necesita del discurso de la ficción para entrar en la realidad que mejor conoce. La realidad inabordable de la que hacemos alarde a lo largo de la vida. Esa realidad que nos limita, nos carga de pesares, nos estimula.
Sin embargo, el sueño de cualquier fingidor es vivir en la ficción. Y se hace ficción al andar, caminante.
Vivimos como queremos escribir y escribimos lo que queremos vivir. No hablo de transgredir en ningún momento los límites del ser y el soñar, digo simplemente que la sensación interna de estar es un vaivén de necesidades difícilmente abarcables desde una única posición extrema.
Como A lleva a B, B no iba a ser menos. En la vida real, el que vive se ilusiona constantemente con ser ficción. Il mestiere di vivere, por ejemplo, ha sido una de esas obras en que su autor se presenta como autobiógrafo y se discute hasta la saciedad qué había de real y qué de ficción. No obstante, Pavese siempre ha defendido una vida de novela. Una vida romántica increíble, de la que no podemos estar seguros más que de algunos datos comprobables.
Dice Darío Villanueva, citando a Doctorow, también en la Vanguardia, que "ya no hay ficción o no ficción, sólo narrativa."
Recuerdo hace pocos años en una clase de Teoría de la literatura que me quedé impresionada por uno de los argumentos de la profesora. Se abrió ante mí un mundo maravilloso de posibilidades. La exposición del concepto "pacto de ficción." Se trataba, creí entender que decía ella, de que a través de la verosimilitud autor y lector pactasen que la ficción es un hecho real, disfrazado. Los dos saben que es ficción pero "se comprometen" a mantenerlo en secreto. A mí, me venía en mente otra posibilidad. La realidad, al final, podría asimismo ser un pacto entre autor y lector (que coinciden en este caso) de mantener en secreto la ficción que la teje.
Vivirían de esto los psicólogos. Toda historieta humana es susceptible de sacar a su paso ficciones subjetivas. Las mismas ficciones que forman parte del discurso de realidad.
¿Nos sorprendemos, entonces, de la mentira?
mentira.
(De mentir).
1. f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.
2. f. Errata o equivocación material en escritos o impresos. Se usa más tratándose de lo manuscrito.
3. f. coloq. Manchita blanca que suele aparecer en las uñas.
4. f. coloq. Chasquido que producen las coyunturas de los dedos al estirarlos.

Ni siquiera la definición de mentira tiene sentido en esta realidad de ficciones.

Traigo de nuevo a colación El Quijote. Ya he hablado de la mentira de El Quijote y ya he dedicado una entrada a Dostoievski hablando sobre la mentira y El Quijote. Pero, es necesario volver una y otra vez a Cervantes. No hay mejor pacto de ficción que el de esta obra. No es cuestión de pensar si los protagonistas son reales o no. No importa eso. En esta obra el pacto de ficción se deshace dentro. Es el protagonista del libro el que duda de su propia ficción.
De esta parte del pacto se podría encontrar también aquel Augusto Paez que se rebela ante Unamuno en Niebla.
Estoy en la mentira. Busco vivir una ficción.

1 comentario:

Silvia Gallego dijo...

bravíiiiisimo....

LOS PACTOS DE FICCIÓN son un magnífico recurso, una etiqueta de las muchas y muy útiles y deslumbrantes que aporta la TEORÍA DE LA LITERATURA (para algo tenía que servir pensar tanto y tan bien sobre el fenómeno...)

LOS JUEGOS de creernos otros, buscar otras vidas...inventarlas con palabras¡¡¡ toda una pasión

bs, lindísima