jueves, 18 de julio de 2013

Arturo


Muchas veces me he preguntado por qué los hombres y mujeres que formaban mi pueblo natal, Cárdenas, no se llamaban todos por el mismo nombre. Por ejemplo, Arturo. Arturo se encuentra con Arturo y le cuenta que Arturo llegó con su hijo Arturo, que su mujer Arturo pronto dará a luz un nuevo Arturo, pero que ella no quiere ser asistida por la partera Arturo sino por la otra partera Arturo, que es cuñada de su cuñado Arturo, madre del precioso Arturo cuyo padre trabaja en la fábrica de Arturo… 
Y por supuesto, mi familia formaba parte del clan Arturo. Mi padre-Arturo modesto agrimensor se había casado con mi madre-Arturo modesta maestra. De esa unión habían nacido seis Arturo. Nos acompañaba amorosamente una tía-Arturo, la que al correr de los años se cambiaría en una monja-Arturo. La arturidad de nuestra casa se sincronizaba con la del resto de los habitantes de Cárdenas: levantarse a una hora, acostarse a otra, bañarse a tal y comer a más cual. A los niños, ultra aniñados, se les repetía: “Los niños hablan cuando las gallinas orinan”, lo cual daba, con los años, unos niños perfectamente idiotizados. En cuanto a la alimentación, contribuía “eficazmente” a formar una juventud famélica. ¡Así vivíamos!


Fragmento de Virgilio Piñera
en Espinosa, Carlos. Virgilio Piñera en persona. La Habana: Ediciones Unión, 2011.


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