jueves, 26 de junio de 2008

'Te pondré entre paréntesis...'



Te pondré entre paréntesis para que no te escapes. Además, te pondré entre signos de interrogación para ver si resuelves, de una vez, tus problemas de identidad. Ahora que lo pienso mejor, te pondré en un anexo para matar tu orgullo o te pondré en una nota, a pie de página, para ningunearte. Te pondré bajo la custodia de las diéresis y bajo las uñas oblicuas de las tildes para que sientas el peso y la agudeza de su voz. Pero mejor, terminemos ya con este juego, te pondré una tachadura encima para anularte, un borrón, un garabato. ¿Ves? Ya no existes, te he borrado con la goma de borrar, he rascado la superficie del papel y ya no estás. Quizá no sea necesario llegar tan lejos, pero sí te pondré en una nota marginal para que conozcas la marginación. Pensándolo mejor, creo que te pondré in medias res, para que aprendas lo que es la vida —siempre estamos en la mitad de alguna historia— o te pondré en un punto y final, para no verte más. Sin comas, para que no puedas respirar... Venga, va. Se acabó tanta tontería. Te escribiré con hache, para que sepas del silencio. Te pondré en medio de la nada, para que sepas lo que es la escritura, pero no llores, por favor. Si sigues llorando me veré obligado a ponerte una barra pisana para que resbalen tus lágrimas. No me gusta verte triste, sino juguetona. Te pondré en bastardilla, para ver cómo andas de cintura. Te escribiré con acento circunflejo, para que no te mojes cuando llueva. Te pondré en medio de un texto iluminado, para contemplar tu belleza. ¿Sigues llorando? No llores, te pondré junto a una metáfora sostenida, para que estés siempre perfumada y te escribiré con dos puntos, para que empieces a contarme cosas una detrás de otra, no importa que estén desordenadas. ¡Te pondré entre signos de admiración porque te amo! y tiraré al suelo los corchetes, mientras desabrocho tu blusa, lentamente.
JUAN YANES.

lunes, 23 de junio de 2008

Momentos culminantes

En todas las vidas, hay momentos de esplendor. Hay días inolvidables. A veces un acontecimiento es apoteósico para una sola persona (o dos) y otras para un país entero (o para dos).
El caso es que ganó España. Y le ganó a Italia. Nadie confiaba en que España pudiese ni tan siquiera estar a la altura de Italia. Italia temida, deseada, campeona del mundo, espectacular en su contundencia… Sabía lo que quería, y allí estaba Buffón con su sonrisa de “medio lao”, sabiéndose superior, creyendo que podría hacer lo que quisiera con ese equipo pequeño que se empeñaba en hacer las cosas bien, bonitas, en jugar, en disfrutar el partido, en saborear cada pase, en recordar todo si tenía que volar al día siguiente a casa… España miraba el partido, lo ansiaba… Italia pensaba en la victoria, y descuidó el partido.
No hubo goles en los primeros 120 minutos. Los momentos de tensión sin embargo se sucedieron uno tras otro. Al final: los penalties, el punto máximo de la fiesta. Los dos equipos que afrontan los diez últimos minutos de forma diferente. Casillas con humildad, Buffón con altivez… España e Italia expectantes, nerviosas, con ganas, decididas, igualadas por fin ante la suerte, igualadas por fin ante el destino, igualadas por fin ante Europa. Y ahí, en la intimidad entre el portero y el lanzador, se medía la fuerza psicológica. En esa intimidad se recordaba cada pase certero, cada ocasión de gol, se recordaba sobre todo cada una de las oportunidades que habían hecho posible, para bien o para mal, estar ahí.
A Italia le podía la confianza en la experiencia, a España las ganas por seguir creciendo.


Al final, lo de menos es que España ganase. Lo importante es que demostró que podía ganar a Italia, demostró que también sabe disfrutar de esos momentos, que sabe hacer las cosas tan bien como para pasar a la historia, como para clavar esas horas de éxtasis en la memoria.

Así el España-Italia, fue un acontecimiento inolvidable para dos países… Hoy hablo de momentos grandiosos pero, hoy, no estoy hablando de fútbol.

(Memorable... grandioso, apoteósico, genial... un 8, o más... GRACIAS).

lunes, 16 de junio de 2008

Amor de estómago



Miradas y miradas y miradas que están llenando no solo el espacio, no solo el tiempo, sino, sobre todo, el pensamiento; y una mirada lleva a una sitio, la otra arrastra a otro… así, hasta que os llevan cogidos de las miradas hasta donde lo más tierno es cerrar los ojos. Allí donde las miradas se transmiten con las manos, allí donde los labios miran por ti. Donde cada centímetro de otro cuerpo pasa a tu memoria táctil. Una memoria visceral que se aloja, no en el cerebro sino en el estómago, olvidando para siempre la memoria visual, olvidando que hubo un momento en que no conocías ese cuerpo. Ahí donde tu cuerpo complementa para siempre ese otro cuerpo, que se vuelve un órgano más dentro de tus funciones vitales...

martes, 3 de junio de 2008

¡¡Hasta aquí!! (III)


Aquí dejo la parte más triste de la trilogía, inevitablemente Ángel Gónzalez tiene razón en este poema... y nada puede hacerse, hasta que desaparezaca la ira, seguirá anidando la esperanza aquí. (Sin embargo, esto no quiere decir que yo no continúe por la senda adecuada, "despacio y con buena letra").



Se habla de la esperanza últimamente.
Alguien la vio pasar por los suburbios de París,
allá hacia el año mil novecientos cuarenta y tantos.
Poco después aparecieron huellas de su vuelo en Roma.
También es cierto que desde las Antillas voló un día,
tan alta, que su sombra cubrió pueblos enteros,
acarició los montes y los ríos,
cruzó sobre las olas,
saltó a otros continentes, parecía. . .
Años más tarde,
un profesor ilustre
dedujo de unas plumas mancilladas,
halladas entre sangre
cerca de un arrozal,
en el Sudeste asiático,
que ahí estaba ella:
en el sitio y la hora de la ira.
No en el lugar del pacto,
no en el de la renuncia.
Jamás en el dominio
de la conformidad.
Donde la vida se doblega, nunca.